viernes, 18 de marzo de 2016

Pinceladas en piedra, que el tiempo no podrá borrar (héroes sensibles)

Pintan con piedras en las paredes, para que los muertos que la historia oficial niega y oculta, sean difíciles de olvidar, quieren que se transformen en un interrogante para las generaciones venideras. El grupo Antiarte, rebautizado con el nombre de Nacional Mosaico Veneciano, lucha en contra del arte elitista y a favor del arte popular, sus particulares integrantes mezclan la belleza de la sencillez de barrio, con la mística de la militancia más revolucionaria.
Sergi Sioux, Gonzalo Lòpez Lluch, Paula Soto y Barbara Cabral (que no pudo estar) integran Nacional Mosaico Veneciano 
Para el encuentro con ellos, me hundí en una circunferencia, que la calle Berlín hace en Parque Chas. Me tocó esperar en la vereda unos minutos porque el mural que Gonzalo y Sergi estaban instalando en el Pozo de Banfield llevó un poco más de tiempo, pero por suerte Paula llegó antes de que me cansara de esperar y eso me dio la oportunidad de conocerla antes de que se sumaran a la charla los muchachos.
El mosaico veneciano es caro, elitista, con un uso frecuente en la decoración de baños, shoppings, subtes y su forma de colocación permite que la belleza de los colores distribuidos en pequeños cuadraditos, sea “casi perpetua”, como me aclara Paula. Por eso cuando comenzó a contar sobre la colocación de la imagen del Padre Mujica en la villa 31, le pedí que me permita prender el grabador, así no me perdía una sola de sus palabras.

Los niños juegan con el Padre Mujica  
Más tarde Gonzalo me explica que su amigo, también artista plástico, Grone de Luca, lo invitó a participar de un homenaje al Padre Mujica en la Villa 31 un miércoles. Para el sábado esa figura de piedra tenía que estar lista, por lo que Paula pataleó un poco, ya que era un delirio hacer semejante trabajo en tan poco tiempo. ‘Hay que hacerlo’, insistió Gonzalo y finalmente lo lograron.


Paula me relata que un tiempo después fueron a mostrarle ese trabajo a su amiga Barbi. “Todo el mundo te dice lo poco que va a durar, que es una villa, que los pibes no cuidan nada”, y que ella misma muchas veces influida por esas voces guardaba el prejuicio. “Bueno… cuando fuimos, para mi sorpresa de lejos se veía entero, nos fuimos acercando con mi compañera y vimos a unos niños frente al mural. Ella les pregunta ‘¿qué están haciendo?’, (con voz acusatoria), ‘nada, nada, estamos acá jugando con el padre’, dijo uno de los nenes, yo me quede… Osea, ‘estamos-acá-jugando-con-el-padre’, y no dije nada, me acuerdo que pensé ‘bueno, escuché lo que escuche’. Después de mirar de cerca el mural y alejarnos nuevamente, Barbi me pregunta ‘¿vos escuchaste lo que dijo?’. Entonces sí, escuchamos lo que dijo, y no era una boludez, y el mural está intacto, el padre está intacto, y está ahí. Esa anécdota en particular me hace acordar todo el tiempo lo que estamos haciendo”, aquel episodio fue para ella definitivo en el compromiso que pone para que su trabajo apoye la memoria.
foto de Rafael Ruiz
“De los 13 grupos muralistas nos tocó estar en la puerta de entrada de la parroquia Cristo Obrero, donde está la tumba del padre Mujica y ahí está nuestro homenaje, ¿sabes que linda la satisfacción?”, agrega más tarde Gonzalo.

Los inicios de Antiarte
Gonzalo, apasionado por la historia y la política, durante la época que trabajó en el microcentro y varios años antes de enamorarse de Paula, pensaba con fervor en la necesidad de darle otra forma a los pañuelos, que tantas veces veía escrachados por Cecilia Pando en la Plaza de Mayo.
Paula, lejana de éstos debates militantes y hasta el momento solo vinculada a la perspectiva artística de los mosaicos venecianos, pensó que era una locura dibujar símbolos políticos con un material tan caro.
Sin embargo, además de amor, de la unión entre Gonzalo y Paula nació el complemento ideal para que una forma nueva y original de muralismo, empiece a dar los primeros frutos. La primera figura fue la imagen de Evita Perón en conmemoración a un nuevo aniversario de su muerte y luego continuaron con un homenaje al movimiento de “Muralistas Espartacos”, el grupo de artistas que durante la década del 60’ promovió el arte popular en nuestro país. “Con esa primera Eva salimos de forma autodidacta, mi convicción fue ‘no importa cómo, pero hay que realizarla’, había que dar el primer paso, y los primeros pasos no siempre son los mejores, pero lo importante es que son los primeros”, cuenta Gonzalo.
Para realizar el homenaje a los artistas del Movimiento Espartaco, se comunicaron por Facebook con Nora Patrich, autora del Monumento a las víctimas del Bombardeo de Plaza de Mayo, ubicado en el jardín de la Casa Rosada. Ella estuvo galardonada en diferentes oportunidades tanto en nuestro país como en Canadá, el último país de su exilio a causa de la Dictadura de 70’. La historia de ésta mujer merece las menciones de una investigación más amplia, pero dejaré al lector incursionar por su cuenta en ésta oportunidad.
“Nos comunicamos con Nora con la idea de trabajar por la democratización del arte y ahí aparecieron los primeros valores. Democratizar el arte significa poner el arte en la calle, y no cualquier arte, sino inclusive esos que pareciera que solo pueden estar en los museos. Hay muchas barreras culturales que son las que realmente aíslan, obviamente que también las económicas”, dice Gonzalo. “Ella vino a nuestra casa y tuvimos una charla increíble que nos dio más fuerza aún y a partir de eso hicimos dos obras del Espartaco (dos de nueve), ahora vamos por la tercera, es una obra que lleva mucho trabajo”, y agrega “los tiempos de la política, a veces no son los tiempos de los proyectos culturales”.
Gonzalo es sumamente enérgico, sus ideas vuelan bien alto. Después de colocar el primer pañuelo en un hospital de Lanús, Hebe de Bonafini consultó por su autor. Ella le propuso colocar otro pañuelo en la sede de las Madres y la impronta de Gonzalo abrió las puertas de muchos municipios, entonces la colocación de pañuelos también se multiplicó. Si fuera por él colocaría un pañuelo en “cada plaza del mundo”, según sus propias palabras. Su tarea es abrazar los derechos humanos desde el homenaje construido en piedra.
Venecita por venecita
Una de las obras más grandes, está dedicada a las Malvinas Argentinas, con 12 metros de largo y 2,50 de ancho, dos meses de taller, entre ocho y nueve días de colocación, con jornadas de entre 10 y 12 horas de trabajo diario.


“Más de una vez nos encontramos diciendo, ‘bueno los del crucero la pasaron peor’, cuando teníamos frío a la mañana el día de la colocación pensábamos que no tenía sentido quejarnos”, dice Paula, “eso te lo trae el material, todo el tiempo estás pensando en lo que estás haciendo, el otro día uno de los chicos en el Pozo de Banfield dijo ‘me molesta mucho el sol’ o algo así, y automáticamente pensó ‘¿qué estoy diciendo?, pensar que los chicos que estaban adentro de ese lugar la pasaron re mal’. Estas comprometido desde el primer momento porque es medir, pensar, cortar, pegar, sacar el papel, limpiar, empastar, se te cae una piecita y la tenes que volver a pegar, la tenes que limpiar porque no te puede quedar con cemento”, y agrega “es paciencia, es amor, se te convierte en amor”.
El oficio, herramienta para lo imposible
Sergi, por lo que ellos mismos cuentan, es el que más conoce la técnica del veneciano. Dice que los sucesos políticos en su vida son una constante desde la panza de su madre, como referencia dice que tiene tantos años como la lucha de las Madres, 40 años. Su compromiso con ésta forma de muralismo, también es visceral.

“El oficio te remienda los percances que puedan surgir”, comenta Sergi “en el Pozo de Banfield tuvimos hoy una pared muy controversial para pegar, no es apta para veneciano porque requiere de carpeta fina, pero nosotros venimos con una guerrilla de colocar murales en paredes que son muy inhóspitas. Trabajamos casi a ciegas, cuando nosotros pegamos nos queda expuesto el papel, la obra que hacemos es como una foto analógica, que hasta que no reveles no sabes que tenes”, explica. “No estas exento de que te pasen distintas cosas, y menos con la militancia, porque con el privado vos decís ‘me pagas esto’, ‘arreglamos esto’, ‘yo necesito la pared a plomo, con escuadra, la pared a fino, cuando uno milita y dice ‘vamos a poner uno en el ECuNHi, en el Poso de Banfield’, son lugares que bueno… vamos y lo ponemos”.
Un fuego tan fuerte, que transformado en piedra, persigue la eternidad
Cuando se observa la expresión del colectivo artístico Nacional Mosaico Veneciano, aparece la posibilidad de confluir con otros de forma casi perfecta, y digo ‘casi’, porque afortunadamente la perfección no existe. Pero ahí está, una piedrita de color alado de otra construyendo un rostro, haciendo homenaje de ritual a diversos héroes sensibles de otras épocas. “Cuando me encuentro en esa situación de problema ‘pido por favor’ ayuda”, dice Paula “por ejemplo cuando hicimos el de (Emilio) Barletti, que era un seminarista Palotino (asesinado por la Dictadura Militar el 4 de julio de 1976), lo hicimos en San Antonio de Areco porque él era de ahí. Tuvimos una situación horrible, la temperatura hizo que el mural no se adhiera a la pared, entonces cuando fuimos a quitar el papel se nos caía, se nos caía su cara. Entonces en ese momento creo que estuve todo el día pidiéndole a Barletti que nos ayude por su madre, que iba ir a ver eso y que yo no podía hacerle a la Mona Gimenez, necesitaba que sea él, necesitaba que me ayude, son cosas que te salen en el momento. Porque es un gran trabajo, es mucho esfuerzo como para rendirse porque simplemente el material no adhirió. Estuvimos día y noche haciendo una carita perfecta, para que después por los cero grados no adhiera”, y una vez más Paula dice “estas cosas son las que todo el tiempo te recuerdan lo que estás haciendo”.

Militar desde uno

Antes de apagar el grabador, Gonzalo dice “La militancia es hacer lo que uno tiene ganas, porque no es solo política, la militancia es de la vida. A veces eso de ser, estar, pertenecer, te aleja de lo que vos realmente querés… bueno, cada uno militará lo que sea y lo que quiera, nosotros militamos haciendo esto”.



viernes, 11 de marzo de 2016

Dibujar hasta que arda la Patria (héroes sensibles)

“Para comunicar tenemos las calles, las plazas, radios comunitarias y alguna que otra cooperativa, y sino inventaremos cosas”, dice Mora mientras se toma el quinto mate la tarde que Buenos Aires mostró su cara de otoño. Ella sonríe mientras expone su punto de vista sobre el futuro porque antes y después de nuestro encuentro sigue militando para que la censura aplicada por el Macrismo, no se trague la huella del proyecto político que la incluyó en la historia de nuestro país.
Mora 

Mora Sarquis Adamson tiene 30 años, es licenciada en Ciencias de la Comunicación, militante de la Cámpora y dibujante. También es emprendedora, creó recientemente su empresa unipersonal llamada Militarte, que funciona como una posibilidad de aplicar sus dibujos a diferentes objetos de arte. Además es su propia peluquera y tiene dos gatos, llamados Pampa por el tractor y Pulqui por el avión, ambos impulsados por Perón en los años 50’. Su ideología es el idioma con que el que construye su vida.
Mora por Mora
En las redes sociales, sus más de 23 mil seguidores la conocen por sus creaciones de "Esto es poco serio", sus viñetas humorísticas lograron sintetizar diferentes coyunturas políticas. El lápiz que crea sus personajes se nutre de las raíces militantes que empezó a forjar a mediados de 2010, cuando posteriormente a los nefastos noventa, encontró en el kirchnerismo un motivo concreto para creer que la política puede transformar.
“Uno se nutre mucho de la militancia y de lo que le pasa a los militantes, de lo que uno habla con los vecinos, de las discusiones que se arman entre gente que piensa parecido y gente que piensa totalmente distinto. Nunca pensé en dejar de militar por hacer dibujos, me llenan mucho el alma las dos cosas”, y se define “soy una militante que dibuja, no sé si soy una dibujante que milita”.
En el universo inventado por las empresas monopólicas de comunicación, los dinosaurios y los militantes se extinguieron. Después de conseguir que “la opinión pública” rechace a los militantes kirchneristas y principalmente a los que integran La Cámpora, cientos de personas son castigadas todos los días con despidos, represión y estigmatización. Sin embargo, los innumerables ataques revanchistas del actual gobierno, no consiguen frenar el trabajo cotidiano de los vecinos organizados.

“Esperamos que las unidades básicas sirvan de lugar de referencia. Tenemos que entender un poco más cómo funciona la comunicación, porque creo que fallamos en las formas. El contenido del kirchnerismo me parece que ha sido impecable, obviamente con sus errores, pero hemos hecho unas transformaciones del carajo, y quizá no las pudimos comunicar de la mejor manera”, comenta “me preocupa un poco la virulencia con la que se responde al macrista, o no al macrista, pero sí al que votó a Macri quizás equivocado, quizás comprando un discurso que no era verdad. Macri mintió mucho en la campaña, por más que digamos que siempre dijo lo que iba a hacer, no fue tan claro. En la campaña dijo que iba a mantener un montón de cosas que cambió, dijo que no iba a devaluar y que no íbamos a perder nada de lo que ya teníamos, era como un kirchnerismo mejorado casi. Por eso hay que abrazar a la gente que le pasó eso, que votó equivocadamente y no enojarnos, hay que tener paciencia y responder siempre con amor”.

El 7 de octubre de 2015 Mora se transformó en caricatura, atravesó la puerta de la Casa Rosada y fue recibida por el personaje más importante de sus dibujos, pero ésta vez Cristina estaba frente a ella en carne y hueso. Aquel encuentro histórico con la primera Presidenta de nuestro país, es para Mora uno de los momentos más importantes de su vida.
Mora y Cristina

“El encuentro fue increíble y surrealista, es algo que yo todavía no creo que haya pasado. Miro la foto o me acuerdo de esa situación y es como si hubiera sido un sueño. Le decía a Martín, mi compañero, que fue como un paréntesis en el espacio-tiempo. Es tan increíble ver a Cristina cara a cara, y que te hable, y que te diga, Mora esto, Mora lo otro”, relata con la alegría de una niña que recuerda el encuentro con su heroína preferida. “No sabía qué hacer, le decía “te amo”, “te amo”, porque no quería que se me pase la oportunidad de decirle que… y claro, ella me hablaba como una extraña, yo era una extraña, pero para mí era un Perón actual, un prócer y significó que tengo que dibujar más y dedicarme a esto, después veo como sobreviviré económicamente”.
El arte, la expresión de las emociones, las historias que narra cada viñeta de ésta dibujante popular, abraza los sentimientos de miles de argentinos que jamás serán representados en los medios de comunicación. Su vida es un círculo virtuoso, donde después de dibujar, se mete en la obra y milita por todas las luchas que por un largo tiempo no serán noticia de la agenda mediática.